domingo, 21 de marzo de 2010

Instrucciones para llevar una vida más sana

Revise obsesivamente las etiquetas de tablas nutricionales y los valores energéticos de todos y cada uno de los comestibles que adquiere en la tienda de amplias superficies, o bien ahí en la tiendita de Don Pablo que aumenta escrupulosamente 14.2% a cada producto sobre precio sugerido al público —porcentaje que, a decir de él, le permite llevar una vida media, tendiente a alta, y no ser un despreciable burgués, tendiente a rapaz, entre los vecinos del barrio de La Palma. Vea , en dichas tablas, que el producto a consumir en su ingesta diaria no excede las medias de carbohidratos, proteínas, vitaminas, ácidos grasos, fibra alimentaria, calcio, sodio, gluten y estructuras genéticas que puedan alterar drásticamente su condición humana. Para hacer esto, tómese ¾ partes del día para poder estudiar a detalle y con minuciosidad cada bote de leche, cada lata de atún y para poder conversar con el encargado del departamento de salchichonería, el de carnicería y el pescadería. Poco importa si usted no gana los tres salarios mínimos requeridos para proveerse en una sola compra de todo lo que desea; la finalidad de este instructivo no se reserva el derecho de admisión ni se discrimina a nadie por su condición social. Con los días, Usted habrá advertido que esta incisiva manera de comportarse —revisar las tablas de nutricionales— en hacer la despensa, de acto pasará a hábito y de hábito a una cotidiana manera de ser. Con el tiempo podrá contrastar el imperio de la sanidad racional en su comportamiento consumista, con aquella anarquía de la idiotez que desarrollan sus vecinos o familiares en su manera de comprar sin preocuparse por las tablitas que algún pasante de Química en alimentos se ha molestado en poner para el servicio de los venidos a obsesivos ortoréxicos como Usted.

Después de confirmar que todos los productos comestibles pueden traer consecuencias severas para su salud, y dados los callejones sin salida a los que uno llega por el racionalismo extremo que lo dejan en estado de “ataraxia” (investigue en un diccionario de lenguas muertas lo que esto quiere decir), espabile, levante los hombros antes de llegar a la caja de cobro número 12 de la tienda en la que se ha pasado un mes formando su carácter de lector de tablitas de valores nutricionales y energéticos. Pague a la cajera Estoyparaservirle Encontrótodoloquebuscaba Graciasporsucompravuelvapronto la cantidad de dinero que Usted siente como una ofensa a su humanidad, pues ahora sabe que entre el 24% que se queda la tienda de grandes superficies o el 14.2% de Don Pablo, todo porcentaje, como sea, es un hurto por la desproporción medida a años luz; dado que los ingredientes y los procesos de obtención del comestible han sido minuciosamente comprobados por Usted con su amplia y ancha —a la par que estrecha y disminuida— cultura de Internet. Pagará la compra, sea cual sea el monto de dinero y la cantidad de productos, con alegría, con placer y cierta obscenidad que le permite esta satisfacción de ser un consumidor más.

Tomará el colectivo 150 que va desde Descubrimiento hasta la Plaza de la Excma. Inquisición. Se apeará. Con las bolsas cargadas cortándole los dedos, irá a casa, cocinará con aceite de olivo, extra virgen y extraído en frío, para no dañar sus coronarias. Comerá una manzana verde o alguna fruta, veinte minutos antes de sentarse a la mesa. En una basculita, de esas que le hacen parecer un idiota jugando a la comidita, medirá las porciones adecuadas que en el blog, revista o programa de radio o televisión, le dijeron que debía pesar. Como usted es tan obediente hará lo que éstos le han dicho y lo que nosotros le decimos que haga; pero no, no se preocupe, nosotros creemos, como Usted, que Usted mismo aun es una persona de libre albedrío y legítimas decisiones.

Coma tal cual le han dicho que decía “Horace Fletcher” (con este nombre le bastará, por si no sabe de quien le estamos hablando, para ingresarlo en el motor de búsqueda de Internet, fuente de todo conocimiento legítimo y que lo hace a usted desde espeleólogo, cocinero, director de pelis porno, hasta filósofo, espía y vil chismoso de todos sus conocidos). Entonces, pase 3 horas sentado a la mesa, mastique una y otra y otra vez. Por mucho que esta acción sea poco sociable y más cercana a un vacuno de siete estómagos, recuerde que es lo más sano. Duerma la siesta. Recuerde: dos horas después de comer son lo más recomendable para que alcance “sueño rem”.

Repuesto de todo lo anterior salga a caminar. Si su vida es miserable y prefiere ejercer sus capacidades omniscientes de Internet o tumbarse en el sofá para ver la televisión, entonces tendrá que comprarse un perro labrador, al que pondrá de nombre Max. Como es sabido, las mascotas tienen la virtud de satisfacer ciertas necesidades que la naturaleza les exige: como salir de espacios cerrados, “socializar” un poco con otros seres, respirar un aire que no este viciado por su propia existencia. Sabemos que esto a usted no le dice nada por su alto nivel de cultura que lo aleja de la natura, pero como sea, lleve a Max a dar un paseo. Si es posible, póngase el calzado deportivo y todo el disfraz de corredor que compró hace tiempo o el día de ayer cuando decidió que llevaría una vida más sana.

Vea el reloj de pared que se encuentra en la sala de su casa. Piense que con una hora bastará, ya que es un hecho que Usted para nada quiere prepararse para correr la Marathón, y que por humilde y mediocre que suene, Usted es una persona sencilla, común y corriente que se desvive por llevar una vida más sana.

Salga. Inhale y exhale. Prepárese para correr como nunca antes en su vida. Salude a algún desconocido con tono de prepotencia, por ser él una persona decadente y sin sentido de la vida sana, como Usted sí lo tiene. Piense en correr tres vueltas al Parque de la Soledad. Corra. Conforme corre, con su Max a un lado, vaya disminuyendo sus expectativas deportivas; mejor dará dos vueltas; ¡qué va! una y media bastará, pues ya dejó claro que de maratones, medallas, comerciales de cereales y entrevistas por televisión… de esto, nada. Finalmente, no ha dado ni una vuelta. Exhale e inhale, muestre a los vecinos y paseantes anónimos que Usted está muy cansado porque ha corrido. Su pobre perro ni siquiera a comenzado a exudar por el hocico, pero usted piensa que ya estuvo bueno; pues, por lo demás, ha comenzado a tener una dieta balanceada y con eso debe bastar.

Regrese a casa. Mire el reloj de la sala de estar. Confirme que ha pasado diez minutos fuera. Ingrese a la ducha. Prepare su cama. Vaya a dormir.

Ahí, sumergido en la penumbra, colmado del zumbido citadino que lo alcanza en su piso de la planta segunda de la puerta 3, piense en que ha sido buena idea no inscribirse en el gimnasio, después de lo que pasó en su maratónica carrera; recuerde las horas que malgastó pensando en las tablitas nutricionales y preocúpese por lo que hará a partir de ahora con su fiel cachorro Max, porque esto de la vida sana parece que no es para Usted. Porque a decir verdad, Usted cuando piensa en estas cosas, pensamientos que le asaltan en esos días de transición —año nuevo, cumpleaños, primavera— o en esos periodos de desesperación —explicable odio de ser Usted mismo, encerrado en Usted mismo—, en realidad lo que quiere no es llevar una vida más sana, sino emular o simular una imagen más de escaparate o de revista rosa con sus seres traídos hasta nosotros desde los paraísos del photoshop, con formas estilizadas por gimnasios, dietas duras, blandas, lunares, vegetales, bulimias, anorexias o el siempre injusto reparto genético del que usted fue sentenciado como culpable a la aglomeración de los normales.

Si lo que espera es que le digamos cómo llevar una vida más sana, por favor, comience por mandar a la mierda todas indicaciones anteriores. Coma lo que es debido, haga lo que es debido; ríase ante el espejo por las mañanas; silbe una canción de Frank Sinatra mientras pasa junto al desconocido que saludó con prepotencia cuando Usted corría con su canino; huela el aroma de la tierra después de que ha llovido; pregunte el nombre a la cajera de la tienda de amplias superficies; pare el tren a su chismorreo de redes sociales, y en lugar de perro compre un pollo de mascota; al menos, si el pollo le parece mala idea sabrá que hacer con él en la aplicación del método de Horace Fletcher, no como ahora que tiene un precioso labrador masticando su caro calzado deportivo a los pies de la cama y del que no puede desentenderse tan fácilmente en una barbacoa.

jueves, 18 de marzo de 2010

Nueva publicación y a los comentaristas

Nueva publicación el día 20 de marzo. "Instrucciones para llevar una vida más sana"
Se agradecen sus comentarios que me permiten saber que están ahí, que ser instruido es una manera de reírse de algo tan universal como es nuestra condición humana. Hasta ahora han sido pensados para próximas entregas: Instrucciones para viajar en ascensor y han sido sugeridas las instrucciones para eso días de añoranza. Les pido que si pueden le echen un ojo a su vida y me sugieran una que otra instrucción pues si no comenzaré a escribir recetarios de cocina.


Por los compromisos creo que el instructivo seguirá algunos meses más; después tengo resuelto escribir los Inauditos informes de Roberto Armesto. Investigador privado decadente, que recibe puros casos que nadie más llevaría en la ciudad que por las Instrucciones ustedes ya conocen. Doliente, sarcástico, auto complaciente y poco dado a mandar a la mierda a todo y a todos, Armesto lleva dos años esperando ver la luz, entre notas y diagramas. Los informes se harán por entregas en este blog y esta previsto en twitter 5 días con Roberto Armesto en donde seguiremos a nuestro antihéroe por las calles de zona roja, en sus líos con la poli y movidas así.
Seguimos en contacto y gracias por todito.
Arturo

lunes, 8 de marzo de 2010

Cómo contemplar el inaudito espectáculo de un ciclista en una tarde de primavera a las 3 p.m.

Dentro de los análisis de la situación actual en el orden de las más avanzas ciencias que estudian los inextricables, por cuanto más inexpurgables, misterios del universo, poco o casi nada ha podido decirse del misterio que alberga una bicicleta en circulación. Son sabidos ya los nexos que se tienden de un extremo a otro, en el carácter fundamental de la evolución humana y la tecnología, que ha podido derivarse de tal invento, descubrimiento o iluminación divina que llevaron al ser humano a aventurarse en la constitución, forma y rareza de la bicicleta. El porqué del origen del universo, la línea genealógica que llevó al protozoo hacia los mamíferos, la convivencia del Neardental con el Homo sapiens, los viajes de colonización a otros planetas y la secuencia del genoma humano, no han logrado desvelar los parámetros de arrojo, pericia y tozudez que en el infante o persona mayor le llevan a desafiar todas las suposiciones de lo que no es posible: montar una bicicleta. El fenómeno resulta cada día más complejo, para lo cual nuestra corporación ha iniciado un estudio detallado —que constará en los 230 volúmenes de la enciclopedia que detallará la historia del cacharro cíclico— para dar cuenta del proceso que va del triciclo a la bicicleta citadina, de pista, de salto o de montaña, modelos que hasta la fecha se conocen. Como los países de primer mundo continúan con sus reserches para descubrir otras formas de la bicicleta, que los mantengan a la punta de la economía mundial, pues es secreto a voces que por las medias poblacionales del uso de la bicicleta y la seguridad que otorgan a los temerarios usuarios de dicho dispositivo, da cuenta del amplio trecho que separa a los países desarrollados y a aquellos en vías de desarrollo.

Dada la importancia de lo hasta aquí mencionado es de capital importancia que Usted, sabio contemplador de la existencia, siga las instrucciones para mirar a un ciclista y comprender las magnitudes que ello alberga.

En un día claro, como el contenido de agua purificada embotellada, camine por la ciudad, vaya de la calle de la Consolidación, siga recto hacia la avenida de la Independencia, cruce el paso peatonal con el semáforo en ámbar, llegue hasta el Paseo de la patria y ahí, bajo una Jacaranda, seleccione la banca que considere más propicia para la contemplación. Es deber advertirle que quizá la selección de esta banca sea un asunto complicado, dado a la constante de ensayo y error, pues se expone a los caprichos de la experiencia, así como a los errores que el trabajo de campo trae consigo. Si después de 3 años ha logrado encontrar la banca perfecta dese por bien servido, pues hay personas que jamás la encuentran.

Ya en su banca, panoptikon (terminajo que utilizamos después de poner en el ordenador el comando de búsqueda —Ctrl+F7— de sinónimos en idioma griego), panoptikon de la vivencia, que lo hace a usted omnividente de los mortales que pasean por la ciudad, arrellánese todo lo que una banca de madera o metal permite, que siempre será poco, pero para los fines científicos que usted persigue siempre suponen un ligero sacrificio en pro de la humanidad; sí, de la humanidad suya que es la que más importa.

Desde aquí contemplará los más variados fenómenos inexplicables para Usted por no contar con los instrumentos de análisis, recolección de datos y estadísticas; pero no se deje vencer porque así es la vida, y en los asuntos del desvivirse ni aquellos que cuentan con dichos instrumentos, redes de apropiación de datos y factores de evaluación cuantitativa son menos miserables que Usted ni comprenden más de lo que es vivir. Después de leer esto, sonría para sus adentros y dígase lo bella que es la ignorancia.

Verá pasar a paseantes que han sido reducidos a servidumbre canina. Advertirá cómo es que trabajan ocho horas diarias para poder ganar un salario medio que les permita comprar costales de alimento para perro, correas, suetercitos ridículos y que para aligerar la carga de estrés de esas ocho horas se traen con ellos esas bolsitas para recoger los desechos más naturales, aunque no menos viles, de un mamífero que está en la punta de la evolución darwiniana, pues cuenta con los más expeditos servicios del Homo sapiens sapiens. Verá pasar a los amantes que han leído con antelación este “Instructivo” y que después de pensárselo bien aman y son amados, mientras Usted está aquí sentado miserablemente solo observándolos pasar. Es posible que desde su panoptikon, desde este paisaje onmiabarcante que Usted hace de la vida ajena, que lo lleva de científico a chismoso, mire por aquí y por allá las más extrañas formas que tiene la gente de cubrirse el cuerpo, la vida, y escapando de la homologación que la piel desnuda conlleva se afanan en echarse telas, pieles animales y tejidos sintéticos encima, según cánones de la moda de Milán 20 años atrás. Usted pensará en lo absurdo y ridículos que somos todos, lo banales y consumistas, después se mirará a Usted mismo de hombros a pies y tendrá que decirse que a principio de mes y en periodo de rebajas no le vendrá mal renovar el guardarropa.

Sumergido en esta cavilación, meditación o cogitación (si usted sabe qué quiere decir esta última palabra y logra desentrañar sus radicales etimológicos grecolatinos le suplicamos nos envíe una carta a calle de la Ausencia, nº 10, patio, puerta 1, porque nosotros no sabemos), pues, sumergido en estos pensamientos verá de pronto pasar un destello, una imagen en cámara rápida, un cometa terrestre que quieto en la parte superior de su constitución corporal, mueve velozmente los pies. Fije su mirada en eso: con el alto coeficiente intlectual y memoria fotográfica que a Usted le caracteriza tome cuadro por cuadro la imagen y maravíllese ante el portento de esto que pasa frente a Usted. El shock o cómo se le llame será muy cercano a aquello que sentían sus ancestros de la era de piedra cuando los eclipses totales de sol oscurecían el mundo, o será empático con eso que siente un desvitalizado científico cuando descubre en su laboratorio el gen causante de la risa (mismo del cual el científico en cuestión cree estar privado).

No hay explicación: todo ha sido tan rápido, que ahí sentado Usted no sabrá cómo digerir la información. Porque es claro que para hacer esto que con tanta naturalidad el ciclista hace (andar en bicicleta) hubo de pasar por experiencias difíciles: caer más de dos o tres veces de la máquina bicíclica. Pregúntese, ¿qué es lo que tiene esa persona que le llevó en su infancia a soportar lo dolores, los raspones y demás ridículos sociales para aprender a andar en bicicleta? Quizá algún empeño oculto que hace que los seres humanos vayamos a la Luna (¡eso de los seres humanos es un decir, porque sólo ha ido un puñado!) ¿Por qué no conformase con caminar o tomar el Metro en la estación de la Paz? Si lo mira Usted a profundidad algo de envidia se moverá en sus entrañas, porque parece que la vida puede ser otra, otra manera de verla desde esa perspectiva fugaz que tiene el ciclista.

Pensará, ahora, que sí, que dejando a un lado las banalidades, en lugar de reformar el guardarropa tendrá que hacerse de una de esas máquinas de ciencias ficción que se venden y se compran con naturalidad ingenua en la tienda de deportes de Avenida mayor; se dirá a sí mismo que la vida es como andar en bicicleta, que una vez que se aprende jamás se olvida. Lo lamentable de sus cogitaciones o simples quimeras de su cerebro supra evolucionado —aunque utilizado al 5% según la media— es que la vida como el andar en bicicleta (he aquí el quid de esta instrucción) es que siempre es un asunto arriesgado, porque uno nunca aprende del todo, siempre está expuesto a un error, a una caída, a ser atropellado, a un pinchazo de neumático a 120 km/h. Así que, pensándolo bien, no se fíe, no se arriesgue, dedíquese a la contemplación de ciclistas que parece no hace tan mal, quién sabe: en alguna de esas le abren un departamento de estudios sobre la contemplación ciclista en la Universidad Central, qué lo evitaría si los hay de Metafísica y Ciencia genómica; de no ser así, quizá lo mejor sea desvivirse en la servidumbre ante un perro que le permita olvidar lo cíclica, monocíclica y monótona que es su vida en esta ciudad.

viernes, 5 de marzo de 2010

Instrucciones para mirar

Instrucciones para mirar.

Versión Premium con un “detrás de cámaras”; es decir, cómo se hace para que un empleado de nuestra familia empresarial editora elabore un instructivo para que usted pueda desvivirse a sus anchas

Nunca serán suficientes ni extensos los reconocimientos que por sus inapreciables servicios los miembros de nuestra corporación merecen en sus empeños por ofrecer a Usted la creación gráfica de este instructivo para desvivirse, mismo que se ajusta a los estándares más exigentes y de vanguardia, por cuanto a calidad internacional ISO se refiere.

Si hemos de iniciar estas “Instruciones para mirar” con evidentes vanidades creativas, rayanas en el auto halago y el ofrecimiento de venta que muestra las cualidades del producto publicado, es simplemente con la inocente intención de no dejar que pasen desapercibidos la profesionalidad y sacrificio que estas líneas suponen y la sangre en que ellas se empapan. Desde luego, no hablamos aquí de ese “sacrificio” que todo empleado debe hacer con su “familia” empresarial: las energías vitales consumidas por papeleos innecesarios, los sobajamientos provenientes del jefe inmediato, el desgaste emocional y el constante estrés que elimina las hormonas sexuales en la cochina competencia con su compañeros de trabajo por ascender rápidamente (cada siete años en promedio muere un Jefe lejano de nuestra corporación lo cual mueve toda la escala empresarial); tampoco hablamos aquí de esos reportes semanales, mensuales, trimestrales, semestrales, anuales y lecturas de impacto diarias que se le requieren a todo empleado eficiente para dejarle bien claro su lugar en la escala de ascenso empresarial; reportes que le quitan más de dos terceras partes de su vida miserable y cotidiana, por lo que nada de salidas al cine, salidas de copas ni de ver a los amigos que, por lo demás, ya son ninguno; y de su vida amorosa (eufemismo para “sexual”) ni se hable, pues el empleado ha sido dado a la hecatombe de lo asexuado una vez que los reportes, las evaluaciones, los estratégicos, en tanto innecesarios, recortes de personal so pretexto de crisis y presupuesto, le han matado todo deseo por vivir y expandir su existencia más allá de su carne (agregado con paranoias o realidades globales que a las familias numerosas y clínicas de fertilización in vitro tienen sin cuidado, porque gracias a que empleados asexuados deciden no tener descendencia, dichas familias y millonarias clínicas compensan y dan un plus a esa posible falta de mano de obra).

Como siempre, la “familia” empresarial se ajustará a los embates de las transformaciones sociales, históricas y culturales (que ha decir verdad los que redactan estas líneas desconocen) que del concepto de “familia” se generan: así que mientras más disfuncional sea dicha familia empresarial, mientras más fiera la sobrevivencia en las oficinas, en virtud del incremento demográfico en el planeta mencionado y a medida que desaparecen las plazas de contrato y las prestaciones de seguridad social que nunca se ocupan, los sacrificios de los empleados, es decir, de los familiares empresariales, siempre son mayores.

Sin embargo, como usted puede percibir en este excurso, prólogo, proemio , es decir, cotilleo sin ton ni son, de nuestras Instrucciones para mirar, lo que queremos dejarle claro es que además de estas inmolaciones laborales, nuestros colaboradores, hijos todos de una familia pequeña pero sólida, hacen más por usted para decirle cómo se ha de hacer más llevadera la vida, si es que aún se le puede llamar así: vida, a esta manera de desvivirse. Comprenda que aunque nuestros sueldos son menores a la media poblacional de los escritores in activo, lo cierto es que nos da la libertad de ejercer nuestros talentos desde distintas perspectivas, como usted podrá constatar a continuación.

Así que un saludo desde aquí a nuestra familia empresarial toda, a los Jefes inmediatos, medios y lejanos que autorizarán estas líneas, después de pasar censura; aunque nuestro saludo no se extiende a la empleada argentina que se sienta en el escritorio 6 del pasillo 2, junto al ventanal que da a la calle de Hamburgo —que se entenderá que no es un asunto de nacionalismo in extremis— pues ha sido una malasangre con todo el personal del Instructivo, intentando sabotear a cada momento los análisis, por lo que las demandas judicial, fiscal, empresarial y de lo familiar, que tenemos en su contra, no son un asunto personal, sino, cómo decirlo, “de negocios”; pero ello no quita que hagamos público aquí nuestro extrañamiento y si es posible la irrevocable solicitud de su despido —lo cual ratificaremos con la marcha del monumento a los Héroes Patrios al Palacio Nacional el día viernes a las 5 pm.

Para mirar, para mirar en sentido estricto, nuestra empresa editora había pensado en un perfil cercano a un astrónomo —por razones más que obvias; si no lo son para usted, por favor, no pregunte—; o bien, a un director de la más alta gama de directores, como puede ser el de la Pretrolera Nacional que todo el tiempo visualiza nuestra cíclica y rastrera existencia de ciudadanos de a pie desde su piso 52 de la torre llamada —¡lo que es la vida!— Torre de petróleos. En fin, después de que ambos perfiles, a pesar del desempleo y las crisis que abaten cada 2 minutos a la economía mundial, salían del parco presupuesto de este Instructivo, nuestros jefes inmediatos, medios y lejanos, decidieron otorgar el proyecto al cuarto (de cuatro) redactor en jefe de la sección de proyectos interesantes pero improcedentes, es decir, esa sección que genera libros (dos cada lustro) sobre temas sociales como la familia (que por cierto, ninguno de estos redactores ha leído, aunque están al alcance de los empleados con 10% de descuento, como proyecto del “ahorro familiar”). El caso es que este cuarto (de cuatro) redactor en jefe fue abordado, en una lluviosa mañana de mayo, por el Jefe redactor de los redactores en jefe, y ahí, con taza de café en mano le “solicitó” (so amenza de despido sin liquidación ni vales de despensa) que “lidereara” las “Intrucciones para mirar” dentro del proyecto Instrucciones para desvivirse. Después de dar dos sorbos grandes de café, el Jefe redactor de los redactores en jefe le comentó que esa decisión había sido tomada por el Comité Editorial que “liderea” el Jefe de los Jefes redactores de los redactores en jefe [asunto confuso que distrajo al cuarto (de cuatro) de los redactores en jefe] y, ahí, entre confusión y comunicado de decisión, ocupó los ardides de aquel que es un Jefe medio de los redactores en jefe inmediatos: la lisonja cargada de los más amplios homenajes sobre su brillante trayectoria personal: haber viajado por cinco continentes, aunque tres de ellos fueran únicamente a vuelo de pájaro metido en el asiento 42a, 54a, y 15a, que da junto a la ventanilla de los aviones transatlánticos; haber estudiado en las mejores universidades del mundo, aunque se tratase de que en los viajes turísticos, que hizo cuando joven, para no morirse de frío o para no pasar calores, abrió uno que otro libro en las bibliotecas más renombradas de Europa sobre disciplinas como la alquimia, cálculo poseuclidiano, teoría de cuerdas y dos más (esto fue lo que decidió todo) sobre astronomía y hoyos negros. Además, se sumaba a su experiencia de mundo su sólida formación académica en la Universidad Central: un año de teología comparada, cinco años de filosofía y dos diplomados de literatura japonesa con sus imbricaciones hispanoparlantes con la modernidad literaria de Hispanoamérica (no se mencionó que las carreras fueron truncas y que por falta de recursos económicos los diplomados no estaban avalados con documento probatorio alguno). Mareado por la monserga del Jefe de redactores en jefe, además de adulado hasta la médula, el cuarto (de cuatro) redactores en jefe no tuvo más remedio que aceptar; además de que es sabido que un jefe inmediato jamás puede decir que “no”; eso es lo que lo hace estar en la inmediatez del grueso de los empleados sin rango; asunto, por lo demás, que distingue a los Jefes medios y lejanos (pues mientras más lejano es el jefe, más libertad de negación puede manifestar. Esto puede tomarse por Usted —excepto empleados de nuestra familia empresarial— como la instrucción ALFA para ser un Jefe medio o lejano).

Formalizado todo: papeleo de cartas de exención de compromisos, renuncia a seguro médico y de gastos médicos mayores, así como elaborado el testamento del cuarto (de cuatro) redactor en jefe en donde cedía todo a su familia empresarial en caso de accidente que lo dejase hecho como un vegetal o en el mejor de los casos en fatídica muerte (accidental, por grave enfermedad o asesinato incidental o de cualquier grado); el primer día de verano, lluvioso hasta el fastidio, el cuarto (de cuatro) redactor en jefe, fue despachado con un pase de salida por tres meses y un flamante carné de impresora casera de acreditación de ser parte del proyecto de “Instrucciones para desvivirse”.

Se cuenta que tras haber recuperado la libertad de acción soñada por todo jefe inmediato y todo empleado, más allá de las rojas paredes falsas de tela roja del cubículo 3, del pasillo 1 pegado a la puerta de salida emergencia, debajo del letrero verde —que muestra al figurín corriendo desesperado por salvar la vida y huir la muerte por unas escaleras dibujadas en segundo plano—, durante unos días se le vio al Instructor (pues su estatuto de redactor en jefe había cambiado definitivamente en la familia empresarial), en distintos momentos, en una banca de parque, en una cafetería, dando de comer a las palomas en la Plaza de armas y en diversos lugares en los que, se decía con cierto acento de conspiración de compañerismo laboral, “malgastaba la libertad” soñada por todos, así como que despilfarraba el presupuesto (parco) del que había sido equipado. Quizá el pitazo le llegó a nuestro Instructor para mirar, porque desde el día 1 de julio, según consta en archivo de expediente, se volvió un asiduo visitante de la Biblioteca Nacional.

Según consta en los archivos de la biblioteca, nuestro colaborador había revisado en verano los tratados de optometría, oftalmología, los science journals de microcirugía ocular para corrección de las córneas; después de leer tratados de Hipocrátes, Erodoto, Clístines, Descartes y demás nombres que, por miedo a escribir mal y sabiendo que usted no podrá pronunciar apropiadamente, soslayamos desde ya; después de estudiar los casos de Edipo (en su versión original y lejana a las prácticas de piratería intelectual del siglo XX), Tiresias, santa Lucía; así como después de revisar libros de cromos de Grandes Maestros de la Pintura sobre temas de perspectiva, prospectiva y las tres dimensiones, así como las “paletas” más renombradas (Matisse, Van Gogh, Rubens, etc., etc…); después de la revisión exhaustiva sobre aspectos filosóficos sobre la mirada, de poetas, dramaturgos, literatos y aquellos que seamos capaces de omitir; después, ya exhausto, de revisar libros de autoayuda, remedios chinos para la torticolis (que nada aportaban a su investigación pero ayudaban a remediar el dolor de estar inclinado 24 horas posando la mirada para leer); nuestro ex cuarto (de cuatro) redactor en jefe desapareció al octavo mes de trabajo, después de haber pedido una prórroga indefinible de días para continuar con sus pesquisas y al punto de quedar ciego por tanta lectura.

Así, después de dos años de eficientes persecuciones la policía especializada contra el delito de fraude empresarial (pues había cundido la demanda del Comité Editorial) se decretó que la desaparición pasaría al departamento de defunciones; extrañamente, cabe mencionar, y no sin ciertas dudas sobre la integridad moral, ética y laboral del H. Departamento de la policía, un ministerio público y un juez de instrucción.

En fin, que aquí suscribimos las “Instrucciones para mirar” que ponemos ante Usted después de inmejorable edición de las notas que pudimos rescatar de la libreta ubicada en el casillero 40 de la Biblioteca Nacional; después, en suma, de que el Jefe de los redactores en jefe gestionó los permisos judiciales para poder abrir ese casillero, alegando propiedad intelectual, material y de toda índole sobre las pertenencias todas de su empleado, lo cual tuvo incidencia inmediata, por mencionar algunos, sobre el Ford modelo 05 y el piso en la planta tercera, puerta cuatro, en el centro de la ciudad que hace esquina con la calle de Ámsterdam.

Instrucciones para mirar

Por mucho que usted conjeture, después de sus esfuerzos deductivos que tienen lugar en el vagón cinco de metro, camino al trabajo o a las actividades que cotidianamente le restan vida, es de sapiencia milenaria que vivimos sumergidos en una ceguera que, comparada, da lugar para afirmar que el ser monocelular o protozoario inimaginable alguno mira más y mejor que usted en este momento. De ahí que día con día usted infiera que por leer mucho, por estar pasmado ante el ordenador como un zombie, o bien, por sus horas de atención televisiva, necesita cada año un ajuste en la graduación de anteojos o bien que necesita sencillamente hacer una parada obligatoria en la óptica más cercana. Esto se debe, en gran medida, a que ha confundido erróneamente el enfocar de sus ojos con el mirar la vida.

Cabe aclarar que de la ceguera del vivir no hay oculista, optometrista u oftalmólogo alguno que lo salve; quizá por ello a estas alturas de su vida ya lo habrá advertido y es probable —en una media de 65% a nivel mundial— que Usted ya haya acudido a una vidente, a la lectura de café turco, a un dirigente espiritual de su credo religioso o a algún otro recurso del que pueda echar mano en este asunto intrincado. Porque mirando detenidamente las cosas, Usted no sabe lo que debe mirar, cómo debe mirarlo y a quién debe comunicarlo.

En la historia de la humanidad, de las culturas y de las comunidades, con sus consiguientes animales domesticados, sus monumentos y creaciones de pensamiento, junto con sus abusos de poder, sus ideologías baratas y sus recursos de división del trabajo, ha habido alguno que otro que ha salido de la media poblacional para desempeñar su mirada en un horizonte de mundo. No le extrañará si le decimos que los procedimientos para aprender a mirar son, por decirlo menos, carentes de respeto a los derechos humanos, un poco dados a lo primitivo, lo cual es cierto; pero siempre tienen un sesgo de eficacia del 99,9%. Dado que nuestro desarrollo civilizatorio evolutivo y dado que las Comisiones de Derechos Humanos, Médicos sin fronteras y ONG de la más variada catadura interpondrían un recurso propio de jurinsculto contra el redactor de este instructivo, nos vemos Usted y yo, obligados a dejar al margen toda operación, sin anestesia, de extracción del globo ocular, a encadenamientos en cavernas y minucias por el estilo, que desde siempre han sido el pan de cada día para instruir al común de los mortales a mirar. Por ello, deberemos conformarnos con una posible efectividad de estas instrucciones del 0,1% de que usted, al finalizar esta lectura, pueda mirar, lo que se dice mirar.

De este modo, en un mediodía de primavera o verano, cuando el sol alcanza su cénit (investigue qué quiere decir ‘cenit’ en el Diccionario que le impone los modos apropiados de hablar su idioma, pues el presupuesto que me ha sido otorgado no cubre los gastos por aculturizarlo —si no entiende esta palabra, tampoco, vaya al diccionario recomendado—), en fin, cuando el sol alcance su cénit, levante su cabeza con los ojos bien cerrados; no los abra, así, piense en la cuadratura del círculo, en los mundos paralelos en los Usted no leería instructivos y sería otro u otra o viceversa (pues la diversidad sexual de nuestros días da para todo y todos). No se distraiga más de lo debido y recuerde que ahí, con el sol pegando a tope sobre su rostro puede ocasionarle cáncer de piel, y que usted debe resistir a pesar de las recomendaciones de las comunidades científicas que previenen sobre esta situación. (Recuerde, para finalidades legales, que este instructivo puede ocasionarle problemas de salud.) Conténgase, piense en los gastos de fin de mes a los que no llegará, recuerde a su último amor perdido y después de treinta minutos abra los ojos un minuto: así, viendo de cara al sol. Por inhumano que sea ese dolor de ojos que lo torturará en sus sesenta segundos más eternos de vida, no decline de esta práctica. Ahora dirija su horizonte, haga paisaje de su mundo en frente y se advertirá lo extraño que todo es. Con la retina fundida por las instrucciones últimas seguidas al pie de la letra, ahora Usted se encontrará en una situación inmejorable: quiere mirar el mundo pero no puede; esto es lo que en los rituales iniciáticos y libros de sabiduría apócrifa se llama: “llenar el panorama de atención”. ¡Bueno! en realidad no se llama así, pero tiene algo de poético y de consuelo después de lo que se le ha indicado hacer.

Usted pensaba hasta ahora que mirar era el laico y seglar acto de ver, pues ahora puede corroborar lo equivocada que a veces puede ser nuestra existencia. Ver es un acto inmediato, ese acto que lo orienta de un lado a otro, pero, para esto, nuestros invidentes conciudadanos, que se las apañan de la mejor manera, ya desmienten que esto sea apropiadamente mirar. Usted, hasta ahora, y quizá después, no estaba in-vidente sino ciego. La minucia intelectualona del guión en in-vidente es indispensable en esto para que Usted comprenda más y mejor —si no lo entiende, por favor, no cuestione y siga adelante.

Lleno el panorama de atención comprenderá que mirar, mirar el mundo, al otro y a usted mismo no es un acto direccional e inmediato. Ese trayecto que lleva de su orientación de la mirada hacia lo demás y hacia usted mismo está colmado de estaciones de tránsito, como un gusano metálico de metro que no va de terminal a terminal, sino que se detiene una y otra vez, se enfrena con estrépito, sale de los túneles a cielo abierto y regresa nuevamente sin descanso a su punto de partida. Querer mirar el mundo es este llenar panorama de atención, esta acción que está colmada de añoranzas, repulsiones, desdenes y espirales de deseo y de omisión.

Esta es su mirada, ataviada y cualificada por el posesivo de suya, de nadie más. Alguno puede ver lo que usted ve, pero nadie lo que usted mira. Esto le comenzará por explicar por qué cuando usted mira a su ser amado (actual o pasado) le parece tan descomunalmente hermoso, perfecto —a pesar de los obstinados y pesados colegas que buscan desmentirle, y que Usted, en su pretérita ceguera, hasta ahora no alcanzaba a determinar—, porque mirar es un asunto de propiedades y apropiaciones; mirar es atender la vida y en ella misma jugarse cada acto, cada percepción plena de lo que es Usted mismo.

Enfoque ahora, así, el mundo desde esta atención de su mirada. Piense que, aquí, esta mirada que dice suya se enfatiza entre todos los objetivos mirados, circundantes o remotos, por una cualidad inconfundible y, sin embargo, hasta ahora imprecisa que es, justamente, la referencia hacia ese mirar suyo. Piense que en esta perspectiva tan limitada como exigua ya nada lo detiene. Esta mirada que dice suya es una ofrenda inconmensurable de acontecimientos en que no alcanza Usted a comprender cómo es que antes no había mirado, lo que se dice este mirar suyo, la risa de un niño, la belleza de este espectro multicolor que forman lo autos en la avenida de la Consolidación, el viento moviendo las hojas, la fachada del edificio Central de la Plaza de armas, el semblante desgajado del paisano que se detiene a un costado de usted en el semáforo imperfectamente rojo incandescente pero bello.

Esta mirada que dice suya, mira ahora la devastación humana de lo cotidiano, los ojos gachos de sus compañeros de trabajo, de los viajeros del metro, de Usted mismo cuando se mira tan triste y melancólico antes de ir a dormir. Entiende ahora que esta mirada que dice suya es el sentido que le faltaba, pues la mirada siente, sufre, anhela, pero, sobre todo, se duele, porque al mirar lo magnífico de la vida que usted está en condiciones de mirar ya, también puede percibir lo doloroso que es vivir, desvivirse después de una vida a ciegas.

Evite, por favor, ahora y en adelante, realizar alguna salvajada propia de todo aquel que ha aprendido a mirar —héroes de mitos, personajes de leyenda y personas de dudosa santidad; pues, aunque es verdad que muchas veces los invidentes miran mejor, también es cierto que eso no es ninguna garantía para el porvenir…

[Escritura a partir de aquí incomprensible en la libreta de notas.]