viernes, 5 de marzo de 2010

Instrucciones para mirar

Instrucciones para mirar.

Versión Premium con un “detrás de cámaras”; es decir, cómo se hace para que un empleado de nuestra familia empresarial editora elabore un instructivo para que usted pueda desvivirse a sus anchas

Nunca serán suficientes ni extensos los reconocimientos que por sus inapreciables servicios los miembros de nuestra corporación merecen en sus empeños por ofrecer a Usted la creación gráfica de este instructivo para desvivirse, mismo que se ajusta a los estándares más exigentes y de vanguardia, por cuanto a calidad internacional ISO se refiere.

Si hemos de iniciar estas “Instruciones para mirar” con evidentes vanidades creativas, rayanas en el auto halago y el ofrecimiento de venta que muestra las cualidades del producto publicado, es simplemente con la inocente intención de no dejar que pasen desapercibidos la profesionalidad y sacrificio que estas líneas suponen y la sangre en que ellas se empapan. Desde luego, no hablamos aquí de ese “sacrificio” que todo empleado debe hacer con su “familia” empresarial: las energías vitales consumidas por papeleos innecesarios, los sobajamientos provenientes del jefe inmediato, el desgaste emocional y el constante estrés que elimina las hormonas sexuales en la cochina competencia con su compañeros de trabajo por ascender rápidamente (cada siete años en promedio muere un Jefe lejano de nuestra corporación lo cual mueve toda la escala empresarial); tampoco hablamos aquí de esos reportes semanales, mensuales, trimestrales, semestrales, anuales y lecturas de impacto diarias que se le requieren a todo empleado eficiente para dejarle bien claro su lugar en la escala de ascenso empresarial; reportes que le quitan más de dos terceras partes de su vida miserable y cotidiana, por lo que nada de salidas al cine, salidas de copas ni de ver a los amigos que, por lo demás, ya son ninguno; y de su vida amorosa (eufemismo para “sexual”) ni se hable, pues el empleado ha sido dado a la hecatombe de lo asexuado una vez que los reportes, las evaluaciones, los estratégicos, en tanto innecesarios, recortes de personal so pretexto de crisis y presupuesto, le han matado todo deseo por vivir y expandir su existencia más allá de su carne (agregado con paranoias o realidades globales que a las familias numerosas y clínicas de fertilización in vitro tienen sin cuidado, porque gracias a que empleados asexuados deciden no tener descendencia, dichas familias y millonarias clínicas compensan y dan un plus a esa posible falta de mano de obra).

Como siempre, la “familia” empresarial se ajustará a los embates de las transformaciones sociales, históricas y culturales (que ha decir verdad los que redactan estas líneas desconocen) que del concepto de “familia” se generan: así que mientras más disfuncional sea dicha familia empresarial, mientras más fiera la sobrevivencia en las oficinas, en virtud del incremento demográfico en el planeta mencionado y a medida que desaparecen las plazas de contrato y las prestaciones de seguridad social que nunca se ocupan, los sacrificios de los empleados, es decir, de los familiares empresariales, siempre son mayores.

Sin embargo, como usted puede percibir en este excurso, prólogo, proemio , es decir, cotilleo sin ton ni son, de nuestras Instrucciones para mirar, lo que queremos dejarle claro es que además de estas inmolaciones laborales, nuestros colaboradores, hijos todos de una familia pequeña pero sólida, hacen más por usted para decirle cómo se ha de hacer más llevadera la vida, si es que aún se le puede llamar así: vida, a esta manera de desvivirse. Comprenda que aunque nuestros sueldos son menores a la media poblacional de los escritores in activo, lo cierto es que nos da la libertad de ejercer nuestros talentos desde distintas perspectivas, como usted podrá constatar a continuación.

Así que un saludo desde aquí a nuestra familia empresarial toda, a los Jefes inmediatos, medios y lejanos que autorizarán estas líneas, después de pasar censura; aunque nuestro saludo no se extiende a la empleada argentina que se sienta en el escritorio 6 del pasillo 2, junto al ventanal que da a la calle de Hamburgo —que se entenderá que no es un asunto de nacionalismo in extremis— pues ha sido una malasangre con todo el personal del Instructivo, intentando sabotear a cada momento los análisis, por lo que las demandas judicial, fiscal, empresarial y de lo familiar, que tenemos en su contra, no son un asunto personal, sino, cómo decirlo, “de negocios”; pero ello no quita que hagamos público aquí nuestro extrañamiento y si es posible la irrevocable solicitud de su despido —lo cual ratificaremos con la marcha del monumento a los Héroes Patrios al Palacio Nacional el día viernes a las 5 pm.

Para mirar, para mirar en sentido estricto, nuestra empresa editora había pensado en un perfil cercano a un astrónomo —por razones más que obvias; si no lo son para usted, por favor, no pregunte—; o bien, a un director de la más alta gama de directores, como puede ser el de la Pretrolera Nacional que todo el tiempo visualiza nuestra cíclica y rastrera existencia de ciudadanos de a pie desde su piso 52 de la torre llamada —¡lo que es la vida!— Torre de petróleos. En fin, después de que ambos perfiles, a pesar del desempleo y las crisis que abaten cada 2 minutos a la economía mundial, salían del parco presupuesto de este Instructivo, nuestros jefes inmediatos, medios y lejanos, decidieron otorgar el proyecto al cuarto (de cuatro) redactor en jefe de la sección de proyectos interesantes pero improcedentes, es decir, esa sección que genera libros (dos cada lustro) sobre temas sociales como la familia (que por cierto, ninguno de estos redactores ha leído, aunque están al alcance de los empleados con 10% de descuento, como proyecto del “ahorro familiar”). El caso es que este cuarto (de cuatro) redactor en jefe fue abordado, en una lluviosa mañana de mayo, por el Jefe redactor de los redactores en jefe, y ahí, con taza de café en mano le “solicitó” (so amenza de despido sin liquidación ni vales de despensa) que “lidereara” las “Intrucciones para mirar” dentro del proyecto Instrucciones para desvivirse. Después de dar dos sorbos grandes de café, el Jefe redactor de los redactores en jefe le comentó que esa decisión había sido tomada por el Comité Editorial que “liderea” el Jefe de los Jefes redactores de los redactores en jefe [asunto confuso que distrajo al cuarto (de cuatro) de los redactores en jefe] y, ahí, entre confusión y comunicado de decisión, ocupó los ardides de aquel que es un Jefe medio de los redactores en jefe inmediatos: la lisonja cargada de los más amplios homenajes sobre su brillante trayectoria personal: haber viajado por cinco continentes, aunque tres de ellos fueran únicamente a vuelo de pájaro metido en el asiento 42a, 54a, y 15a, que da junto a la ventanilla de los aviones transatlánticos; haber estudiado en las mejores universidades del mundo, aunque se tratase de que en los viajes turísticos, que hizo cuando joven, para no morirse de frío o para no pasar calores, abrió uno que otro libro en las bibliotecas más renombradas de Europa sobre disciplinas como la alquimia, cálculo poseuclidiano, teoría de cuerdas y dos más (esto fue lo que decidió todo) sobre astronomía y hoyos negros. Además, se sumaba a su experiencia de mundo su sólida formación académica en la Universidad Central: un año de teología comparada, cinco años de filosofía y dos diplomados de literatura japonesa con sus imbricaciones hispanoparlantes con la modernidad literaria de Hispanoamérica (no se mencionó que las carreras fueron truncas y que por falta de recursos económicos los diplomados no estaban avalados con documento probatorio alguno). Mareado por la monserga del Jefe de redactores en jefe, además de adulado hasta la médula, el cuarto (de cuatro) redactores en jefe no tuvo más remedio que aceptar; además de que es sabido que un jefe inmediato jamás puede decir que “no”; eso es lo que lo hace estar en la inmediatez del grueso de los empleados sin rango; asunto, por lo demás, que distingue a los Jefes medios y lejanos (pues mientras más lejano es el jefe, más libertad de negación puede manifestar. Esto puede tomarse por Usted —excepto empleados de nuestra familia empresarial— como la instrucción ALFA para ser un Jefe medio o lejano).

Formalizado todo: papeleo de cartas de exención de compromisos, renuncia a seguro médico y de gastos médicos mayores, así como elaborado el testamento del cuarto (de cuatro) redactor en jefe en donde cedía todo a su familia empresarial en caso de accidente que lo dejase hecho como un vegetal o en el mejor de los casos en fatídica muerte (accidental, por grave enfermedad o asesinato incidental o de cualquier grado); el primer día de verano, lluvioso hasta el fastidio, el cuarto (de cuatro) redactor en jefe, fue despachado con un pase de salida por tres meses y un flamante carné de impresora casera de acreditación de ser parte del proyecto de “Instrucciones para desvivirse”.

Se cuenta que tras haber recuperado la libertad de acción soñada por todo jefe inmediato y todo empleado, más allá de las rojas paredes falsas de tela roja del cubículo 3, del pasillo 1 pegado a la puerta de salida emergencia, debajo del letrero verde —que muestra al figurín corriendo desesperado por salvar la vida y huir la muerte por unas escaleras dibujadas en segundo plano—, durante unos días se le vio al Instructor (pues su estatuto de redactor en jefe había cambiado definitivamente en la familia empresarial), en distintos momentos, en una banca de parque, en una cafetería, dando de comer a las palomas en la Plaza de armas y en diversos lugares en los que, se decía con cierto acento de conspiración de compañerismo laboral, “malgastaba la libertad” soñada por todos, así como que despilfarraba el presupuesto (parco) del que había sido equipado. Quizá el pitazo le llegó a nuestro Instructor para mirar, porque desde el día 1 de julio, según consta en archivo de expediente, se volvió un asiduo visitante de la Biblioteca Nacional.

Según consta en los archivos de la biblioteca, nuestro colaborador había revisado en verano los tratados de optometría, oftalmología, los science journals de microcirugía ocular para corrección de las córneas; después de leer tratados de Hipocrátes, Erodoto, Clístines, Descartes y demás nombres que, por miedo a escribir mal y sabiendo que usted no podrá pronunciar apropiadamente, soslayamos desde ya; después de estudiar los casos de Edipo (en su versión original y lejana a las prácticas de piratería intelectual del siglo XX), Tiresias, santa Lucía; así como después de revisar libros de cromos de Grandes Maestros de la Pintura sobre temas de perspectiva, prospectiva y las tres dimensiones, así como las “paletas” más renombradas (Matisse, Van Gogh, Rubens, etc., etc…); después de la revisión exhaustiva sobre aspectos filosóficos sobre la mirada, de poetas, dramaturgos, literatos y aquellos que seamos capaces de omitir; después, ya exhausto, de revisar libros de autoayuda, remedios chinos para la torticolis (que nada aportaban a su investigación pero ayudaban a remediar el dolor de estar inclinado 24 horas posando la mirada para leer); nuestro ex cuarto (de cuatro) redactor en jefe desapareció al octavo mes de trabajo, después de haber pedido una prórroga indefinible de días para continuar con sus pesquisas y al punto de quedar ciego por tanta lectura.

Así, después de dos años de eficientes persecuciones la policía especializada contra el delito de fraude empresarial (pues había cundido la demanda del Comité Editorial) se decretó que la desaparición pasaría al departamento de defunciones; extrañamente, cabe mencionar, y no sin ciertas dudas sobre la integridad moral, ética y laboral del H. Departamento de la policía, un ministerio público y un juez de instrucción.

En fin, que aquí suscribimos las “Instrucciones para mirar” que ponemos ante Usted después de inmejorable edición de las notas que pudimos rescatar de la libreta ubicada en el casillero 40 de la Biblioteca Nacional; después, en suma, de que el Jefe de los redactores en jefe gestionó los permisos judiciales para poder abrir ese casillero, alegando propiedad intelectual, material y de toda índole sobre las pertenencias todas de su empleado, lo cual tuvo incidencia inmediata, por mencionar algunos, sobre el Ford modelo 05 y el piso en la planta tercera, puerta cuatro, en el centro de la ciudad que hace esquina con la calle de Ámsterdam.

Instrucciones para mirar

Por mucho que usted conjeture, después de sus esfuerzos deductivos que tienen lugar en el vagón cinco de metro, camino al trabajo o a las actividades que cotidianamente le restan vida, es de sapiencia milenaria que vivimos sumergidos en una ceguera que, comparada, da lugar para afirmar que el ser monocelular o protozoario inimaginable alguno mira más y mejor que usted en este momento. De ahí que día con día usted infiera que por leer mucho, por estar pasmado ante el ordenador como un zombie, o bien, por sus horas de atención televisiva, necesita cada año un ajuste en la graduación de anteojos o bien que necesita sencillamente hacer una parada obligatoria en la óptica más cercana. Esto se debe, en gran medida, a que ha confundido erróneamente el enfocar de sus ojos con el mirar la vida.

Cabe aclarar que de la ceguera del vivir no hay oculista, optometrista u oftalmólogo alguno que lo salve; quizá por ello a estas alturas de su vida ya lo habrá advertido y es probable —en una media de 65% a nivel mundial— que Usted ya haya acudido a una vidente, a la lectura de café turco, a un dirigente espiritual de su credo religioso o a algún otro recurso del que pueda echar mano en este asunto intrincado. Porque mirando detenidamente las cosas, Usted no sabe lo que debe mirar, cómo debe mirarlo y a quién debe comunicarlo.

En la historia de la humanidad, de las culturas y de las comunidades, con sus consiguientes animales domesticados, sus monumentos y creaciones de pensamiento, junto con sus abusos de poder, sus ideologías baratas y sus recursos de división del trabajo, ha habido alguno que otro que ha salido de la media poblacional para desempeñar su mirada en un horizonte de mundo. No le extrañará si le decimos que los procedimientos para aprender a mirar son, por decirlo menos, carentes de respeto a los derechos humanos, un poco dados a lo primitivo, lo cual es cierto; pero siempre tienen un sesgo de eficacia del 99,9%. Dado que nuestro desarrollo civilizatorio evolutivo y dado que las Comisiones de Derechos Humanos, Médicos sin fronteras y ONG de la más variada catadura interpondrían un recurso propio de jurinsculto contra el redactor de este instructivo, nos vemos Usted y yo, obligados a dejar al margen toda operación, sin anestesia, de extracción del globo ocular, a encadenamientos en cavernas y minucias por el estilo, que desde siempre han sido el pan de cada día para instruir al común de los mortales a mirar. Por ello, deberemos conformarnos con una posible efectividad de estas instrucciones del 0,1% de que usted, al finalizar esta lectura, pueda mirar, lo que se dice mirar.

De este modo, en un mediodía de primavera o verano, cuando el sol alcanza su cénit (investigue qué quiere decir ‘cenit’ en el Diccionario que le impone los modos apropiados de hablar su idioma, pues el presupuesto que me ha sido otorgado no cubre los gastos por aculturizarlo —si no entiende esta palabra, tampoco, vaya al diccionario recomendado—), en fin, cuando el sol alcance su cénit, levante su cabeza con los ojos bien cerrados; no los abra, así, piense en la cuadratura del círculo, en los mundos paralelos en los Usted no leería instructivos y sería otro u otra o viceversa (pues la diversidad sexual de nuestros días da para todo y todos). No se distraiga más de lo debido y recuerde que ahí, con el sol pegando a tope sobre su rostro puede ocasionarle cáncer de piel, y que usted debe resistir a pesar de las recomendaciones de las comunidades científicas que previenen sobre esta situación. (Recuerde, para finalidades legales, que este instructivo puede ocasionarle problemas de salud.) Conténgase, piense en los gastos de fin de mes a los que no llegará, recuerde a su último amor perdido y después de treinta minutos abra los ojos un minuto: así, viendo de cara al sol. Por inhumano que sea ese dolor de ojos que lo torturará en sus sesenta segundos más eternos de vida, no decline de esta práctica. Ahora dirija su horizonte, haga paisaje de su mundo en frente y se advertirá lo extraño que todo es. Con la retina fundida por las instrucciones últimas seguidas al pie de la letra, ahora Usted se encontrará en una situación inmejorable: quiere mirar el mundo pero no puede; esto es lo que en los rituales iniciáticos y libros de sabiduría apócrifa se llama: “llenar el panorama de atención”. ¡Bueno! en realidad no se llama así, pero tiene algo de poético y de consuelo después de lo que se le ha indicado hacer.

Usted pensaba hasta ahora que mirar era el laico y seglar acto de ver, pues ahora puede corroborar lo equivocada que a veces puede ser nuestra existencia. Ver es un acto inmediato, ese acto que lo orienta de un lado a otro, pero, para esto, nuestros invidentes conciudadanos, que se las apañan de la mejor manera, ya desmienten que esto sea apropiadamente mirar. Usted, hasta ahora, y quizá después, no estaba in-vidente sino ciego. La minucia intelectualona del guión en in-vidente es indispensable en esto para que Usted comprenda más y mejor —si no lo entiende, por favor, no cuestione y siga adelante.

Lleno el panorama de atención comprenderá que mirar, mirar el mundo, al otro y a usted mismo no es un acto direccional e inmediato. Ese trayecto que lleva de su orientación de la mirada hacia lo demás y hacia usted mismo está colmado de estaciones de tránsito, como un gusano metálico de metro que no va de terminal a terminal, sino que se detiene una y otra vez, se enfrena con estrépito, sale de los túneles a cielo abierto y regresa nuevamente sin descanso a su punto de partida. Querer mirar el mundo es este llenar panorama de atención, esta acción que está colmada de añoranzas, repulsiones, desdenes y espirales de deseo y de omisión.

Esta es su mirada, ataviada y cualificada por el posesivo de suya, de nadie más. Alguno puede ver lo que usted ve, pero nadie lo que usted mira. Esto le comenzará por explicar por qué cuando usted mira a su ser amado (actual o pasado) le parece tan descomunalmente hermoso, perfecto —a pesar de los obstinados y pesados colegas que buscan desmentirle, y que Usted, en su pretérita ceguera, hasta ahora no alcanzaba a determinar—, porque mirar es un asunto de propiedades y apropiaciones; mirar es atender la vida y en ella misma jugarse cada acto, cada percepción plena de lo que es Usted mismo.

Enfoque ahora, así, el mundo desde esta atención de su mirada. Piense que, aquí, esta mirada que dice suya se enfatiza entre todos los objetivos mirados, circundantes o remotos, por una cualidad inconfundible y, sin embargo, hasta ahora imprecisa que es, justamente, la referencia hacia ese mirar suyo. Piense que en esta perspectiva tan limitada como exigua ya nada lo detiene. Esta mirada que dice suya es una ofrenda inconmensurable de acontecimientos en que no alcanza Usted a comprender cómo es que antes no había mirado, lo que se dice este mirar suyo, la risa de un niño, la belleza de este espectro multicolor que forman lo autos en la avenida de la Consolidación, el viento moviendo las hojas, la fachada del edificio Central de la Plaza de armas, el semblante desgajado del paisano que se detiene a un costado de usted en el semáforo imperfectamente rojo incandescente pero bello.

Esta mirada que dice suya, mira ahora la devastación humana de lo cotidiano, los ojos gachos de sus compañeros de trabajo, de los viajeros del metro, de Usted mismo cuando se mira tan triste y melancólico antes de ir a dormir. Entiende ahora que esta mirada que dice suya es el sentido que le faltaba, pues la mirada siente, sufre, anhela, pero, sobre todo, se duele, porque al mirar lo magnífico de la vida que usted está en condiciones de mirar ya, también puede percibir lo doloroso que es vivir, desvivirse después de una vida a ciegas.

Evite, por favor, ahora y en adelante, realizar alguna salvajada propia de todo aquel que ha aprendido a mirar —héroes de mitos, personajes de leyenda y personas de dudosa santidad; pues, aunque es verdad que muchas veces los invidentes miran mejor, también es cierto que eso no es ninguna garantía para el porvenir…

[Escritura a partir de aquí incomprensible en la libreta de notas.]

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