miércoles, 25 de noviembre de 2009

Intrucciones para amar

Instrucciones para amar
Pocas cosas en la existencia seguramente lo desviven a usted a los grados de lo que el amar puede ocasionarle; sino es que podemos hablar ya de los estragos ocasionados hasta el momento en usted por tal acción; y quizá, por esto, usted ha comprendido a todas luces que amar es en sí mismo desvivirse. Vivir, vivir sin más, acumular vida —por decirlo de una manera y muy mala manera— requiere un desprendimiento y renuncia implícita de cualquier relación o acto que tenga que ver con el amar. Ser uno mismo todo el tiempo, tenerlas todas consigo, sentirse seguro y cómodo en la vida es sumamente sospechoso para quien lo mire sentado en el cafetín de la esquina leyendo el periódico del día anterior o para quien fregando un plato del desayuno se vea sorprendido por esta conciencia; pues arropado entre sus certezas, alimentado con sus mediocridades y equipada su casa con un sistema de alarmas contra temores, es de facto que usted vive en el cotidiano bienestar de una tuberculosis del alma o padece algún cáncer maligno en el órgano de la creatividad vital que lo lleva a comprar instructivos como éste, a ver películas de amores de ensueño o a leer best-sellers de última moda que la señorita Rosaura o su locutor de radio preferido le recomiendan con sobrada pasión lectora.

Por la poca claridad y mucha difusión de instructivos apócrifos (así como charlatanes de guionistas de telenovelas, cuentos infantiles y demás; escritos por miserables seres humanos en asuntos amorosos) dificultan las instrucciones que a continuación le ofrecemos.

Recuerde que este instructivo ha sido desarrollado y puesto a prueba antes de ser dado al conocimiento del público; los creadores del instructivo ahora suman menos cuatro, así que estas líneas son un homenaje a los que, para hacer posible este instructivo, cayeron en el camino en aras de la consolidación de estas líneas. Un sentido pésame a sus familias por la dolorosa pérdida que entre suicidios, desapariciones inexplicables y homicidios “pasionales” —según términos del dilecto inspector privado Roberto Armesto, contratado para solucionar dos querellas jurídicas contra nuestra corporación por parte de las familias— ha arrojado el saldo final de este proceso.

Aleje de usted toda idea formada sobre lo que supone, cree, divaga, piensa, imagina, conjetura, comprende, siente, especula, fantasea o delira con desbordante ansiedad sobre la acción y experiencia de amar. Refute con una profunda desesperanza todas las convicciones que filósofos, autores de libros de autoayuda, servicios de citas rápidas, psicólogos y terapias de pareja le hayan aconsejado. No hay medias naranjas ni medios limones en este mundo para usted, con ello recuerde que la medianía es prima cercana primera de la mediocridad y su búsqueda afanosa entre bares, reuniones de amigos y redes sociales de internet está condenada anticipadamente al fracaso. Si se me empeña en esto, por favor, aléjese del camino del suicidio o de las contrataciones del departamento de recursos humanos de cajeros bancarios a las que se puede ver inclinado.

Deseche con absoluto desdén las teorías del goce, la compulsión, transferencia y la codependencia; barra con los supuestos de que usted busca a su madre o a su padre cuando siente que le hierven las venas por la ilusión del otro, la otra o lo que sea que usted prefiera en tiempos de desfogue de la diversa identidad sexual. Evada las expresiones absurdas de que usted debe amarse primero, antes que a todo, para poder ser amado, pues es sabido que esto es imposible cuando no se ha leído el instructivo “Cómo amarse a sí mismo en tiempos en los que no se sabe en consiste ser uno mismo”.
Purificado de estas ideas, convicciones y esperanzas, desaparezca sus libretitas de directorios telefónicos, sus números de contactos, elimine sus correos electrónicos y todo aquel nexo con el mundo de los otros en donde ha puesto la expectativa de encontrar al ser amado. Vaya a los álbumes de cromos… rompa, queme y haga polvo sus fotos de viejas conquistas; vea como todo ese pasado se diluye, mejor aún, se incendia; sepa que en esa creencia de que hubo alguien que lo amo con justo sentimiento reina la nostalgia alimentada por su fracaso de situación actual, piense que en realidad si esa o esas personas —que ahora son castigadas con la conflagración instruida— le profesaron un amor correspondido por usted, es de esperarse que no se encontraría, usted mismo, en la penosa situación de leer un instructivo como éste. (Si usted se encuentra actualmente en una relación supuestamente amorosa pero lee estas líneas, por favor, por favor, basta con cambiar la cerradura de la entrada a casa o contratar otra compañía telefónica con una marcación distinta. ATENCIÓN: el fuego sólo opera en fotos y, en casos extremos, en cartitas que derraman almíbar cuando las rescata de los fieros efectos del olvido.)

Aclárese con penetrante “mayéutica” (término que los papeles póstumos de los redactores fallecidos de este instructivo dejaron sin aclarar) que usted no merece ser amado; que su egoísmo, egocentrismo, egotismo y egolatría no pueden ser redimensionados al enmarcarlos de generosidad humana exhibida por donar unos cuantos salarios mínimos a fundaciones de invidentes, niños con hambre o sentir en usted el deseo de adoptar un perro callejero. Para amar con autenticidad, como usted podrá experimentar al final de este instructivo, necesita de una buena vez dejarse de hipocresías subastadas en el mercado de las depreciadas emotividades.

Sepa usted que su supuesta belleza, su última compra para el vestidor en el centro comercial de moda, sus bagatelas renovadas año tras año o su manera de ser tan ameno para con los demás en las reuniones de trabajo, de reencuentro generacional o en sus “abordajes” de bar, tampoco lo eximen de esa preclara certeza: pues usted ni nadie merecen ser amados.

Desfallecido por esta certeza, con la cabeza inclinada hacia el frente observando sus zapatos, los cordones de sus zapatos, atendiendo al suelo sobre el que se encuentra ahora, recuerde su infancia, sus juguetes, su sorpresa ante el maravilloso milagro de reír, el sol sobre sus ojos cuando se tumbó al césped en algún parque —hoy devorado por la ciudad—, rememore sus primeras letras, las lecturas en voz alta, tropezadas entre letras, que realizaba de los anuncios en la calle —en los que repetía una y otra vez el producto y las leyendas que los promovían—; probablemente —aunque nada es seguro— esto le dé un respiro para no sentirse tan miserable en este momento, pues quizá ahora se comience a enterar de que su vida hecha pedazos, desmembrada por el despecho ocasionado por la última ruptura “amorosa” o el debilitamiento de la relación marital que dice tener se debe a que, efectivamente, nadie merece ser amado. Recupere el brío, por favor, siga el instructivo hasta el final.

Deje pasar dos, tres o cinco minutos. Arrolladas todas las pretensiones, las vanaglorias y sumergido en la más delirante desolación, advertido el sinsentido del mundo, replegado a su carne, a sus huesos y a la soledad que acompaña irremisiblemente el hecho de existir, interrumpa la lectura de este instructivo y asómese a la ventana, o si se encuentra en alguna banca o silla en el exterior de casa levante la mirada por encima del libro que sostiene entre manos haciéndose el interesante e intelectualón. Sepa, ahora, que muchos comparten ese delirio desolador, que asediados por él, van de un sitio para otro sin encontrarse, sin ubicación alguna. Lamentablemente las guías, callejeros y GPS no tienen función cuando uno no sabe hacia dónde se dirige ni sabe a quién debe buscar. Recuerde que si antes se marcaban números al azar para escuchar la voz e inmediatamente colgar, con la finalidad de no sentirse tan desamparado en el mundo, ahora existen aplicaciones de oferta y demanda en las cuales se pone la fotografía y todo el ególatra perfil; por lo que le instruimos a que evite ir corriendo al cyber de la esquina en lo sucesivo o quedarse hasta altas horas de la noche buscando amores en tales circunstancias, expresión, por lo demás, de poco estilo y nada de dignidad en su persona.

La sensación de desamparo es la más provechosa para desvivirse amorosamente. Ahí, en la ubicación que usted tiene ahora, sabe que el mundo es hostil a la existencia, que nada en lo que usted se ha empeñado (su trabajo, su familia, sus pertenencias, sus zapatos, sus prendas de vestir, sus aparatos tecnológicos de punta) le sirven para refugiarse de esta fragilidad que la vida tiene y la consecuente intemperie que vivir conlleva. Así, a la desesperanza, falta de certezas, convicciones y autoconciencias, deberá sumar su angustia por estar y, no únicamente sentirse, tan solo.

A estas alturas, comience por hacer un fugaz recuento de su vida, de sus días últimos, de las personas que lo llaman por teléfono y no cuelgan la bocina, de toda aquella persona que venciendo el infantil miedo al encuentro constante (pero sin abusar de la petulancia) se acerca a usted con la sensación en las manos, como si se tratase de una ofrenda, de la amargura del vivir, porque sabe, al igual que usted, siempre al igual que usted, de la soledad y la miseria que ahora ambos experimentan; ese tipo de persona que ha llegado al conocimiento (cúspide de todo conocimiento) de ser inmerecedora de amor alguno, pero tiene suficientemente en su sitio la razón. Siéntase próximo al otro, sépase próximo aunque siempre lejano y nunca totalmente cerca del otro ser que lo busca y quiere tenerlo presente en el transcurso de sus días.

Ya con el otro. Experimente ahora la alegría que la calidez de la piel ajena le propicia cuando acerca su mano, cuando sus labios son tocados por los otros labios, cuando camina —usted tan inmerecedor de ser amado— cerca de algún cafetín o una banca con su ser inmerecidamente amado, y juntos observan a algún impávido que ha levantado la mirada, leyendo este instructivo (imaginando que usted y su pareja son unos miserables igual que él).

Sepa que si bien nadie merece ser amado, usted puede ser elegido, arrancado de los brazos de la miseria humana para compartir un lecho -en el piso segundo de la planta tercera del edificio que hace esquina con la calle de Concordia-, una risa extendida en el tiempo, el portento de una caricia “libre y soberana” (como un Estado nación del que cuentan los diputados del partido político en el poder), una caminata con sus zapatos, sí, esos mismos zapatos que antes visualizó con sentido pesar y en el absurdo total. Entonces, comprenderá el regocijo tan grande como el mundo, la felicidad aquella tan linda que le removió el alma cuando vio el juguete nuevo que en día de Reyes Magos (o cualquier otra celebración parecida en cualquier otro credo religioso, propia de estos tiempos de diversidad de credo) se le obsequió sin merecerlo; sabrá que más allá de usted, es decir, ahí en el fondo de usted mismo que siempre lo rebasa y es ilimitado, hay un espacio enorme que sólo puede llenar quien lo ama infinitamente, pues ha constatado que a este espacio ni las cosas varias ni su colección de fotografías añejas ni los viajes ni los encuentros efímeros ni sus lecturas ni los perros adoptivos ni las subastas de su persona en la Red pudieron colmar. Hágase a la idea, y no la abandone por favor, de que ese ser amado es el mejor-usted que puede haber, de que el sitio, el mejor sitio de este mundo, es el que se abre entre usted y su ser amado, en esa distancia eterna y aterradora que un buen día, con el beso aquel primero que nunca olvidará, se vio acortada, reducida a nada, añicos, esquirlas estelares de pesadumbre reventada por su entrega mutua sin enganches, fianzas o garantías; mantenga, alimente la idea, también, con el dato fundamental de que el mejor cobijo para su ser a la intemperie son los brazos de que el ser amado le ofrenda cada tarde, cada mañana, el afecto gratuito, la sonrisa y el llanto que a partir de ahora se propiciarán en esta nueva manera de desvivirse compartidamente (si tiene dudas al respecto lea el instructivo “Cómo vivir con el ser amado”).

Instrúyase en comprender, por favor, que el amar no es una sensación ni una condición humana, sino la activación vital de una idea que para que sea clara y distinta, constante y viva, debe trascender en cada cual la voraz individualidad hambrienta de sí misma, las ideaciones suicidas por la experiencia del absurdo y sinsentido (referidas antes), las maniobras cotidianas que le hacen confundir el amar con industrias de socialización o con ilusiones improcedentes (que son datos arrojados por testimonios escritos o acciones extremas de los desaparecidos o fallecidos coautores de este instructivo). Porque el amar no entra en las dinámicas de productividad laboral o las inercias de concursos de belleza o de "reality show", no hay horas extras ni puntos a favor en el certamen de bikini ni en su generosidad hacia el otro; amar se trata de un desvivirse que no asegura ningún pago justo ni el "paso a la siguiente etapa" o la solución a la opacidad mundana; a partir de ahora, si usted no se mantiene atento y no recuerda constantemente lo que este instructivo le ha señalado, la idea vital activada del amar podrá degenerar en incertidumbres, miedos o traiciones. (Intentaremos hacer un instructivo al respecto, pero sólo queda vivo, a estas alturas, un escritor más de nuestra corporación y no queremos arriesgarlo.) A partir de ahora, en fin, desvívase, por favor, desvívase sin reservas ante la alegría, la complejidad de la comprensión del otro y el aprender a amar adecuadamente a su ser inmerecedor de ello, cuando camina, mirando hacia sus zapatos, con sus cordones desatados, intentando emparejar el paso con el ese otro par de zapatos que ahora caminan amorosamente a su lado en esta ciudad.*

8 comentarios:

A las noviembre 25, 2009 , Blogger tiempo en espiral ha dicho...

solo eso caminar de la mano acompañandonos en el viaje ... un beso profe!

 
A las noviembre 26, 2009 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Tus palabras son
dulces melodías de
amor y verdad.

Saludos Arturo,
David.

 
A las enero 20, 2010 , Blogger paty ha dicho...

Buena combinación humor negro y para terminar ...la vida, la cotidianidad vista como final feliz.

 
A las enero 28, 2010 , Blogger Fernando ha dicho...

Desvivir, ofrendarse, es la neta.

 
A las marzo 17, 2010 , Blogger Unknown ha dicho...

Excelente, nos retratas de una manera muy especial e irónica. Me encanta esa manera de escribir.

 
A las marzo 17, 2010 , Anonymous Anónimo ha dicho...

Excelente manera de retratar las formas en que pretendemos amar y ser amados.

 
A las julio 01, 2010 , Anonymous Anónimo ha dicho...

que tal,todas esas desbordaciones de sentimientos, algunas ocasiones tan cercanos y otras tan desconocidos; pero cuánto?puede durar ese desvivir por algo o alguien, el único sentimiento que conozco y que sé por la que voy a desvivir es el amor a un hijo (a); el amor a un desconocido (a) que luego crees conocer, es temporal, tiene un inicio y un final eso sí,te desviviras muchas veces mientras creas ser felíz...

 
A las julio 05, 2010 , Anonymous Anónimo ha dicho...

disculpa donde encuentro el titiulo de "como vivir con el ser amado" sorry no lo encuentro

 

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