lunes, 8 de marzo de 2010

Cómo contemplar el inaudito espectáculo de un ciclista en una tarde de primavera a las 3 p.m.

Dentro de los análisis de la situación actual en el orden de las más avanzas ciencias que estudian los inextricables, por cuanto más inexpurgables, misterios del universo, poco o casi nada ha podido decirse del misterio que alberga una bicicleta en circulación. Son sabidos ya los nexos que se tienden de un extremo a otro, en el carácter fundamental de la evolución humana y la tecnología, que ha podido derivarse de tal invento, descubrimiento o iluminación divina que llevaron al ser humano a aventurarse en la constitución, forma y rareza de la bicicleta. El porqué del origen del universo, la línea genealógica que llevó al protozoo hacia los mamíferos, la convivencia del Neardental con el Homo sapiens, los viajes de colonización a otros planetas y la secuencia del genoma humano, no han logrado desvelar los parámetros de arrojo, pericia y tozudez que en el infante o persona mayor le llevan a desafiar todas las suposiciones de lo que no es posible: montar una bicicleta. El fenómeno resulta cada día más complejo, para lo cual nuestra corporación ha iniciado un estudio detallado —que constará en los 230 volúmenes de la enciclopedia que detallará la historia del cacharro cíclico— para dar cuenta del proceso que va del triciclo a la bicicleta citadina, de pista, de salto o de montaña, modelos que hasta la fecha se conocen. Como los países de primer mundo continúan con sus reserches para descubrir otras formas de la bicicleta, que los mantengan a la punta de la economía mundial, pues es secreto a voces que por las medias poblacionales del uso de la bicicleta y la seguridad que otorgan a los temerarios usuarios de dicho dispositivo, da cuenta del amplio trecho que separa a los países desarrollados y a aquellos en vías de desarrollo.

Dada la importancia de lo hasta aquí mencionado es de capital importancia que Usted, sabio contemplador de la existencia, siga las instrucciones para mirar a un ciclista y comprender las magnitudes que ello alberga.

En un día claro, como el contenido de agua purificada embotellada, camine por la ciudad, vaya de la calle de la Consolidación, siga recto hacia la avenida de la Independencia, cruce el paso peatonal con el semáforo en ámbar, llegue hasta el Paseo de la patria y ahí, bajo una Jacaranda, seleccione la banca que considere más propicia para la contemplación. Es deber advertirle que quizá la selección de esta banca sea un asunto complicado, dado a la constante de ensayo y error, pues se expone a los caprichos de la experiencia, así como a los errores que el trabajo de campo trae consigo. Si después de 3 años ha logrado encontrar la banca perfecta dese por bien servido, pues hay personas que jamás la encuentran.

Ya en su banca, panoptikon (terminajo que utilizamos después de poner en el ordenador el comando de búsqueda —Ctrl+F7— de sinónimos en idioma griego), panoptikon de la vivencia, que lo hace a usted omnividente de los mortales que pasean por la ciudad, arrellánese todo lo que una banca de madera o metal permite, que siempre será poco, pero para los fines científicos que usted persigue siempre suponen un ligero sacrificio en pro de la humanidad; sí, de la humanidad suya que es la que más importa.

Desde aquí contemplará los más variados fenómenos inexplicables para Usted por no contar con los instrumentos de análisis, recolección de datos y estadísticas; pero no se deje vencer porque así es la vida, y en los asuntos del desvivirse ni aquellos que cuentan con dichos instrumentos, redes de apropiación de datos y factores de evaluación cuantitativa son menos miserables que Usted ni comprenden más de lo que es vivir. Después de leer esto, sonría para sus adentros y dígase lo bella que es la ignorancia.

Verá pasar a paseantes que han sido reducidos a servidumbre canina. Advertirá cómo es que trabajan ocho horas diarias para poder ganar un salario medio que les permita comprar costales de alimento para perro, correas, suetercitos ridículos y que para aligerar la carga de estrés de esas ocho horas se traen con ellos esas bolsitas para recoger los desechos más naturales, aunque no menos viles, de un mamífero que está en la punta de la evolución darwiniana, pues cuenta con los más expeditos servicios del Homo sapiens sapiens. Verá pasar a los amantes que han leído con antelación este “Instructivo” y que después de pensárselo bien aman y son amados, mientras Usted está aquí sentado miserablemente solo observándolos pasar. Es posible que desde su panoptikon, desde este paisaje onmiabarcante que Usted hace de la vida ajena, que lo lleva de científico a chismoso, mire por aquí y por allá las más extrañas formas que tiene la gente de cubrirse el cuerpo, la vida, y escapando de la homologación que la piel desnuda conlleva se afanan en echarse telas, pieles animales y tejidos sintéticos encima, según cánones de la moda de Milán 20 años atrás. Usted pensará en lo absurdo y ridículos que somos todos, lo banales y consumistas, después se mirará a Usted mismo de hombros a pies y tendrá que decirse que a principio de mes y en periodo de rebajas no le vendrá mal renovar el guardarropa.

Sumergido en esta cavilación, meditación o cogitación (si usted sabe qué quiere decir esta última palabra y logra desentrañar sus radicales etimológicos grecolatinos le suplicamos nos envíe una carta a calle de la Ausencia, nº 10, patio, puerta 1, porque nosotros no sabemos), pues, sumergido en estos pensamientos verá de pronto pasar un destello, una imagen en cámara rápida, un cometa terrestre que quieto en la parte superior de su constitución corporal, mueve velozmente los pies. Fije su mirada en eso: con el alto coeficiente intlectual y memoria fotográfica que a Usted le caracteriza tome cuadro por cuadro la imagen y maravíllese ante el portento de esto que pasa frente a Usted. El shock o cómo se le llame será muy cercano a aquello que sentían sus ancestros de la era de piedra cuando los eclipses totales de sol oscurecían el mundo, o será empático con eso que siente un desvitalizado científico cuando descubre en su laboratorio el gen causante de la risa (mismo del cual el científico en cuestión cree estar privado).

No hay explicación: todo ha sido tan rápido, que ahí sentado Usted no sabrá cómo digerir la información. Porque es claro que para hacer esto que con tanta naturalidad el ciclista hace (andar en bicicleta) hubo de pasar por experiencias difíciles: caer más de dos o tres veces de la máquina bicíclica. Pregúntese, ¿qué es lo que tiene esa persona que le llevó en su infancia a soportar lo dolores, los raspones y demás ridículos sociales para aprender a andar en bicicleta? Quizá algún empeño oculto que hace que los seres humanos vayamos a la Luna (¡eso de los seres humanos es un decir, porque sólo ha ido un puñado!) ¿Por qué no conformase con caminar o tomar el Metro en la estación de la Paz? Si lo mira Usted a profundidad algo de envidia se moverá en sus entrañas, porque parece que la vida puede ser otra, otra manera de verla desde esa perspectiva fugaz que tiene el ciclista.

Pensará, ahora, que sí, que dejando a un lado las banalidades, en lugar de reformar el guardarropa tendrá que hacerse de una de esas máquinas de ciencias ficción que se venden y se compran con naturalidad ingenua en la tienda de deportes de Avenida mayor; se dirá a sí mismo que la vida es como andar en bicicleta, que una vez que se aprende jamás se olvida. Lo lamentable de sus cogitaciones o simples quimeras de su cerebro supra evolucionado —aunque utilizado al 5% según la media— es que la vida como el andar en bicicleta (he aquí el quid de esta instrucción) es que siempre es un asunto arriesgado, porque uno nunca aprende del todo, siempre está expuesto a un error, a una caída, a ser atropellado, a un pinchazo de neumático a 120 km/h. Así que, pensándolo bien, no se fíe, no se arriesgue, dedíquese a la contemplación de ciclistas que parece no hace tan mal, quién sabe: en alguna de esas le abren un departamento de estudios sobre la contemplación ciclista en la Universidad Central, qué lo evitaría si los hay de Metafísica y Ciencia genómica; de no ser así, quizá lo mejor sea desvivirse en la servidumbre ante un perro que le permita olvidar lo cíclica, monocíclica y monótona que es su vida en esta ciudad.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio